
Jorge Mario Bergoglio, quien se convirtió en el papa Francisco, nació en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes italianos. Fue el primer latinoamericano y el primer miembro de la orden jesuita en ser elegido papa en los 2.000 años de historia de la Iglesia. También fue el primer papa en autodenominarse Francisco. Antes de ascender al pontificado, nunca había vivido ni trabajado en Roma.
Francisco rápidamente se ganó la reputación de ser un modernizador con una visión abierta, abordando con valentía crisis humanitarias como la migración, la guerra y el cambio climático. Buscó reformar la Iglesia combatiendo las mentalidades elitistas del clero, promoviendo un enfoque compasivo hacia los católicos divorciados y homosexuales, e insistiendo en que la Iglesia acogiera a todos.

Implementó medidas para sanear la corrupción financiera en el Vaticano y combatir el abuso sexual clerical, incluyendo leyes para responsabilizar a los obispos por encubrimientos. Francisco también procuró ampliar el papel de las mujeres en el Vaticano y autorizó a los sacerdotes a ofrecer bendiciones a parejas del mismo sexo.
Construyó puentes con el mundo musulmán y buscó desempeñar un papel de pacificador en conflictos globales, particularmente en Ucrania y Medio Oriente. Sus reformas generaron una resistencia sin precedentes por parte de los ultraconservadores dentro de la Iglesia. Sin embargo, los católicos progresistas consideraron que debió haber ido más allá al permitir la ordenación sacerdotal de hombres casados, modificar la doctrina oficial sobre la homosexualidad y dar mayor espacio a las mujeres en el ministerio.
A pesar de sus esfuerzos, Francisco no logró sofocar completamente el escándalo de abuso sexual infantil y otras formas de abuso que afectaron a la Iglesia católica, una problemática que él asumió como su responsabilidad erradicar.
Antes de ser elegido Papa el 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio fue arzobispo de Buenos Aires y cardenal, destacándose por su humildad y compromiso con los más pobres. Durante su pontificado, promovió reformas dentro del Vaticano, impulsó la transparencia financiera y abogó por una Iglesia más cercana a los marginados.
Fue un firme defensor del cuidado del medioambiente, la paz mundial y la lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia. Realizó viajes por todo el mundo llevando mensajes de reconciliación y justicia social. Enfrentó críticas por su postura progresista en temas como la migración y el diálogo interreligioso.

En enero de 2018, Francisco I realizó una visita a Perú como parte de su gira por Sudamérica, recorriendo Lima, Puerto Maldonado y Trujillo, llevando un mensaje de esperanza, reconciliación y justicia social. En Lima, congregó a más de un millón trescientas mil personas para escuchar una misa en la base aérea Las Palmas. Durante su homilía, denunció las situaciones de dolor e injusticia en las ciudades y cuestionó a quienes olvidaban a los más necesitados. En Puerto Maldonado, se reunió con comunidades indígenas de la Amazonía, denunciando la explotación de los pueblos originarios y el daño ambiental. En Trujillo, visitó zonas afectadas por el fenómeno de El Niño Costero y destacó la fe y resiliencia del pueblo peruano.
Algo por lo que siempre fue criticado fue su abierta tendencia socialista apoyando a regímenes totalitarios como el de Cuba, Venezuela y nicaragua; además de guardar absoluto silencio por la persecusión que actualmente sufren los cristianos en Asia y Africa, lo que sus contradictores nunca le perdonaron.
El legado de Francisco marcó una era de cambios y apertura en la historia de la Iglesia católica. Su enfoque en la humildad, la justicia social, el diálogo y la reforma, a pesar de la resistencia interna y los desafíos persistentes como la crisis de los abusos, dejó una huella imborrable en la institución y en millones de personas en todo el mundo.