Los residentes del centro poblado de La Guafilla en Yopal, alzaron su voz para denunciar una escalada de inseguridad que los mantiene en un estado de zozobra constante. Lo que antes era un entorno de fincas y potreros, hoy es un territorio donde el miedo se ha vuelto cotidiano.
Los delincuentes, según testimonios, ya no respetan horarios; actúan a plena luz del día, aprovechando cualquier descuido para cometer sus fechorías.


Una residente, cuya familia ha sido víctima recurrente desde el 2020, relató la pérdida de al menos diez cabezas de ganado, la mayoría en la modalidad de “carneo”. Esta modalidad delictiva es cruel y descarada: los animales son sacrificados en la misma finca, en el mismo potrero donde pastaban, para luego carnearlos y distribuir la carne en el mercado informal, posiblemente en asaderos o carnicerías locales.
La comunidad, sintiéndose acorralada, ha intentado tomar cartas en el asunto. En una ocasión, lograron capturar a un individuo en flagrancia con la carne de una vaca recién sacrificada, empacada en bolsas negras.
Con un sentimiento de impotencia, lo entregaron a las autoridades, solo para verlo libre y merodeando por la zona al día siguiente.
Esta sensación de desamparo se ha vuelto la norma. Aunque los habitantes llaman a la policía tan pronto ocurre un delito, y los uniformados acuden al lugar, el proceso parece estancarse después de la denuncia formal. «Uno va y coloca el denuncio y ahí queda archivado», confesó una de las afectadas, transmitiendo la frustración colectiva de que sus esfuerzos no conducen a una solución real.
La percepción general es que la delincuencia ha sobrepasado la capacidad de respuesta de las autoridades, dejándolas prácticamente «manicruzadas» ante la magnitud del problema.
Los delincuentes, por su parte, parecen moverse con total libertad, utilizando rutas bien conocidas que conectan sectores como La Bendición y La Castellana para acceder a las fincas y desaparecer tras cometer los hurtos.
Aunque reconocen el esfuerzo de la policía, que siempre acude a los llamados, sienten que la cantidad de delincuentes ha desbordado su capacidad de control.
El mensaje para las autoridades es un ruego por mayor presencia y acciones preventivas que les devuelvan la tranquilidad perdida y les permitan caminar por su propio territorio sin la angustia de ser asaltadas en cualquier esquina.
