
La ofensiva militar de Israel contra Irán no solo ha dejado decenas de muertos y cientos de heridos, sino que ha encendido las alarmas sobre una posible escalada hacia un conflicto de mayores proporciones.
Con la destrucción de instalaciones nucleares y la muerte de altos mandos militares, el escenario se complica en una región ya marcada por décadas de tensiones.


Los ataques, denominados «Operación León Ascendente», fueron justificados por Israel como una acción necesaria para frenar el desarrollo de armas nucleares por parte de Irán. Sin embargo, analistas internacionales advierten que este movimiento podría tener el efecto contrario: acelerar los esfuerzos iraníes por obtener un arsenal atómico como medida de disuasión.
La comparación con Corea del Norte es inevitable. Mientras Gadafi en Libia, que abandonó su programa nuclear, terminó derrocado y asesinado, el régimen de Kim Jong-un en Corea del Norte ha desafiado las sanciones occidentales y ha logrado acumular un formidable arsenal de misiles balísticos con ojivas nucleares. “Nadie tiene prisa por atacar a Corea del Norte”.


Los líderes iraníes podrían ver en esta analogía una razón más para persistir en su camino hacia la bomba, a pesar de las presiones internacionales.
Mientras las calles de Teherán se llenan de manifestantes que claman venganza, y las comunidades musulmanas en todo el mundo expresan su indignación, la comunidad internacional observa con preocupación. El riesgo de una guerra abierta, con consecuencias globales, parece más latente que nunca.
