El pasado 18 de agosto, el municipio de Aguazul fue escenario de un grave caso de violencia de género. Una joven madre fue brutalmente atacada en la vía pública por su expareja, Fabián Foronda, a la entrada del conjunto residencial donde ella residía. En ese primer ataque, Foronda agredió a la mujer frente a su hijo menor de edad, quien intentó sin éxito detener la agresión. Tras este hecho, la víctima interpuso una denuncia, y la justicia emitió únicamente una orden de restricción contra el agresor.
Sin embargo y para sorpresa de nadie, dicho mecanismo no fue suficiente para evitar un segundo ataque. En la madrugada del 4 de noviembre, Foronda volvió a agredir a la mujer cuando ella regresaba a su casa después de departir con unos amigos.
De acuerdo con el testimonio de la víctima, Foronda la siguió, rompió los vidrios del vehículo en el que se encontraba, la tomó del cabello y la sacó violentamente del auto para golpearla. En ese momento, el acompañante de la mujer logró llamar la atención del agresor, quien la soltó para dirigirse hacia él. Aprovechando esta distracción, la víctima corrió y logró refugiarse en una casa cercana, cuya puerta estaba abierta.
Sin embargo, la puerta tenía un vidrio en el centro, el cual Foronda rompió con una piedra e intentó abrirla nuevamente. En el forcejeo, logró herir a la mujer en la cabeza con un arma blanca. A pesar de haber entrado a la casa, la víctima logró protegerse usando una silla como escudo para evitar heridas graves, mientras el agresor intentaba alcanzarla.
Fue en ese momento cuando el acompañante regresó y distrajo nuevamente al atacante, quien, al verlo, se abalanzó sobre él. La mujer aprovechó para refugiarse en el baño y asegurar la puerta. Foronda intentó derribarla mientras le gritaba amenazas de muerte, hasta que el acompañante de la víctima regresó, pero esta vez con un machete en mano. Al ver esto, Foronda huyó, poniendo fin al ataque y evitando un desenlace fatal.
La joven madre fue trasladada a un centro asistencial, donde fue atendida por múltiples heridas en el cráneo, rostro, espalda y extremidades, y quedó bajo observación médica.
Posterior el ataque, la Policía fue notificada e inició un operativo en Aguazul para localizar al agresor, sin éxito. Posteriormente, Foronda se presentó en la estación de policía acompañado de un abogado, lo que impidió su captura al no existir flagrancia.
Este caso evidencia las debilidades en el sistema judicial, que, pese a las denuncias y la gravedad de los ataques, no ha logrado garantizar una protección efectiva para la víctima.
La ciudadanía se pregunta, cómo es posible que Foronda aún esté en libertad y cuestiona si la responsabilidad recae en la Fiscalía, la inspección de policía o en las autoridades encargadas del caso. Tanto la Policía como la Secretaría de Gobierno se encuentra con las manos atadas, puesto que, sin una orden judicial, sus capacidades de intervención son limitadas.
Se espera que las autoridades tomen medidas urgentes antes de que el agresor, en un nuevo ataque de ira, termine con la vida de esta joven madre, quien ha denunciado valientemente cada agresión, pero que, hasta el momento, parece no contar con la protección adecuada del sistema judicial, el cual, hasta ahora, parece haber favorecido más al agresor que a la víctima.